El Convenio de Dublín regula qué estado miembro de la UE se hace cargo de cada solicitud de asilo realizada por una persona en suelo europeo. Se negoció en 1990 y fue modificado en 2003 y en 2013. El criterio utilizado es el del primer país de llegada, lo que implica que el registro del inmigrante y la responsabilidad caigan de forma desproporcionada sobre los países fronterizos. Esto ha suscitado el rechazo de países como Italia que, en palabras de la presidenta electa de la CE, Ursula von der Leyen, quieren "una reforma del sistema disfuncional de Dublín".
El Convenio utiliza, además, otros criterios para la concesión de asilo: vínculos familiares o culturales, la posesión de un visado o un permiso de residencia. Otros problemas que se le achacan, según la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), es que no garantiza todos los derechos de los solicitantes al no darse un proceso justo y equitativo y no siempre se respeta la voluntad de los migrantes ni el país al que desean ir.
La modificación del Convenio de Dublín ya se prevé en la Agenda propuesta por la UE para el quinquenio 2019-2024, donde los Estados miembros deberán consensuar un texto “conforme a un equilibrio entre responsabilidad y solidaridad”, según ha dicho el Consejo Europeo.
El pasado mes de julio, los ministros del Interior de la UE dieron luz verde a la reforma de la Directiva de Retorno (de 2008) para impulsar la devolución de migrantes a sus países de origen a través de procedimientos más rápidos y efectivos.
Esta normativa aborda la devolución de los inmigrantes que no tienen derecho a pedir asilo o protección internacional en la UE y regula todos los aspectos excepto el procedimiento de retorno en las fronteras.
Según Bruselas, en 2017 solo el 36,6% de las personas que recibían una orden de expulsión era efectivamente devuelto a su país de origen. Las nuevas normas asegurarán procedimientos más claros y transparentes tanto para las órdenes de expulsión como para los recursos contra estas y obligarán a los retornados a cooperar con las autoridades.
Además, mejorarán la eficiencia de los retornos voluntarios y establecerán una lista de criterios para determinar el riesgo de fuga en caso de situación irregular.
Excepcionalmente, la normativa prevé la posibilidad "como último recurso" de enviar a los migrantes a terceros países "seguros".